Sobre la educación
La necesidad de la literatura y la
vigencia de la filosofía
TAURUS,
Abril 2018
Reciente
libro publicado por el gran maestro y filósofo Emilio Lledó, que se alimenta
del ideal Kantiano:” el hombre solo puede ser hombre por la educación”, de ahí
el carácter esencial de la presencia de las humanidades en la educación, y
nutrido de su dilatada y sustanciosa experiencia, dentro y fuera de España,
como profesor.
El libro es, en mi opinión, para cualquier persona y mucho más para aquellas que se dediquen, de una u otra forma, a la educación, de obligada lectura y reflexión. Es una joya no sólo por lo que dice, sino también por cómo lo dice; con elegancia y firmeza, radical, culto, crítico y muy pedagógico, impregnado de sensibilidad y compromiso.
En él se exponen ideales de vida y enseñanzas que debemos acoger e implementar dado su relevante sentido y proyección para la práctica educativa, la vida y la sociedad. Se percibe un trabajo emocionante, preciso y extremadamente documentado. Lledó nos describe y recuerda:
El libro es, en mi opinión, para cualquier persona y mucho más para aquellas que se dediquen, de una u otra forma, a la educación, de obligada lectura y reflexión. Es una joya no sólo por lo que dice, sino también por cómo lo dice; con elegancia y firmeza, radical, culto, crítico y muy pedagógico, impregnado de sensibilidad y compromiso.
En él se exponen ideales de vida y enseñanzas que debemos acoger e implementar dado su relevante sentido y proyección para la práctica educativa, la vida y la sociedad. Se percibe un trabajo emocionante, preciso y extremadamente documentado. Lledó nos describe y recuerda:
Que el
descubrimiento de que la democracia se sustenta en la educación constituyó la
esencia del legado democrático. Educación significó fomento y ejercicio de la
libertad: libertad para poder pensar.
Enseñar
a pensar quiere decir, fundamentalmente, dejar que la inteligencia, con el
cultivo de las preguntas “elementales”, de las informaciones “elementales”
alejadas de los intereses con que la autoridad entremezcla sus instituciones
educativas, alcance su libertad y, con ella, su autarquía.
La
libertad se aprende en la escuela. A pesar de las intensas y hondas reflexiones
que sobre la libertad ha dejado como luminosa herencia la historia de la
filosofía en un mundo tan informado e informatizado, hay que fomentar, con la
reflexión liberadora, un punto esencial de inconformismo, de inconformidad. Si
nos acostumbramos a ser inconformistas
con las palabras, acabaremos siendo inconformistas con los hechos.
Conformarse
es perder, en parte, la forma propia, para sumirse, liquidarse, en la ajena. Y
esa pérdida de la propia forma, si es que la tenemos, si es que, como decía el
filósofo “hemos llegado a construir nuestra propia estatua”, es pérdida de ser,
pérdida de la sustancia que nos pertenece o nos debiera pertenecer, para
derramarla hacia cauces ajenos.
La
excesiva información que los medios de comunicación nos ofrecen, a través de
sus distintos lenguajes, colabora, muchas veces, a encastillarnos en un reducto
donde emergen nuestros miedos, nuestras alimentadas obsesiones; donde aparecen
también los “imaginarios “con los que esos medios elaboran la sustancia de la
realidad en los derroteros de los intereses económicos: intereses de poder.
Nunca ha sido más arrolladora la maquinaria para crear alienación, para
aniquilar.
En
lugar, pues, de referirnos a la libertad como un sustantivo, como un hecho
consolidado y firme, no hay más remedio hoy que hablar de liberación, de
actividad liberadora, de ejercitación de la voluntad. Y este ejercicio, esta
praxis, acompañado del aprendizaje de la verdad, de la bondad, de la belleza (o
sea le educación de la sensibilidad), de la justicia se aprende o se desaprende
en la escuela. No hay democracia sin escuela, sin el carácter público o
igualitario de la escuela..
Esa
libertad como liberación abre varios dominios desde los que tiene que arrancar
la existencia. El ejercicio y práctica de la libertad es, de hecho, una
libertad para pensar, para querer, para amar, para amistar, para saber, para
ser, para crecer, para mirar, para oír, para sentir, para hablar, para juzgar,
para interpretar. Cada una de estas perspectivas ofrece un apasionante campo de
investigación, marca nuevos senderos que tal vez nos lleven a una globalización
en la que aparezcan problemas éticos, políticos y no solo tecnológicos o
económicos.
Creo
que Lledó consciente de que esta sociedad está sumida en océanos de confusión,
nos refleja algunos grandes problemas que impregnan a nuestro país, los cuales,
nos hacen o pueden hacer despertar, evitando el cultivo de la ignorancia que
tanta presencia tiene en la actualidad. Entre ellos destaca: las asignaturas y
el examen, los medios digitales, el poder económico…. De estos malos síntomas
nos dice:
·
Es en la educación, en los sistemas de enseñanza, en las instituciones
docentes donde se hace patente con más claridad nuestro atraso y, si me lo
permiten, nuestra barbarie. Algunas de las causas más próximas que provocan ese
funesto malestar son la organización docente sustentada en dos puntos
fundamentales: la asignatura y el examen.
La asignatura responde a una distribución de
la materia docente encadenada a un detallado programa, que muchos profesores se
sienten obligados a dar completo y a ofrecer así una exposición superficial e
inconsistente.
Repetir
las vulgaridades que se exigen en el examen, y que sistematiza esos programas
agobiantes puede hacerlo cualquiera; basta reproducir con más o menos destreza
las páginas de un manual o esa colección de estupideces que se fabrican, se
negocian y que se llaman apuntes.
Los
exámenes no se preparan. Lo que se prepara o debiera prepararse es el
conocimiento de una materia, de un saber de un territorio de conocimientos.
Para
ilustrarnos cómo encauzar el verdadero empeño pedagógico, el libro contiene la
traducción de un texto de Kant que manifiesta, en la época de la ilustración,
la preocupación por el deterioro de las instituciones educativas. Se trata del
anuncio de las clases que había de dar en el semestre de invierno de 1765-1766.
El texto, luminosa joya, dice así:
……….”
Pues como el progreso natural del conocimiento humano empieza formando, en
primer lugar, al entendimiento al llegarse por la experiencia a juicios
intuitivos y, a través de ellos, a concepto que, en relación con esos
fundamentos y consecuencias, puede además ser
conocidos por la razón y, finalmente, por el bien organizado complejo de
la ciencia, así también la enseñanza tiene que tomar el mismo camino. Lo que
hay que esperar, pues, de un profesor es que, en primer lugar, forme en sus
oyentes al hombre del entendimiento, después al de razón y, por último al
sabio. Tal proceder tiene la ventaja de que si el alumno no llegase al último
peldaño, como suele ocurrir normalmente, algo habrá ganado, sin embargo, de
esta enseñanza y se habrá convertido – aunque no para la Academia´, sí, al
menos para la vida- en alguien más experimentado e inteligente. Si se invierte
el método, ocurre como si el alumno “pescase” una especie de razón, antes de
que se le forme el entendimiento y arrastre una ciencia prestada que, encima,
está como pegada, adosada y no ha ido naciendo en él. De esta manera su
capacidad intelectual se hace todavía mucho
más estéril y, al mismo tiempo, por la alucinación de poseer sabiduría, se
corrompe todavía más….
…. La
manera de proceder es, pues, la
siguiente: lo primero de todo es hacer madurar el entendimiento y acelerar su
desarrollo, ejercitándoles en juicios de experiencia y llamando su atención sobre todo aquello que le puedan aportar las
contrastadas opiniones de sus sentidos. De estos juicios o conceptos no debe
atreverse a saltar a otros más elevados y distantes, sino que ha de llegare ahí
a través del natural y desbrozado sendero de los conceptos más elementales que,
paso a paso, le hacen progresar; pero todo de acuerdo con aquella capacidad del
entendimiento que el previo ejercicio ha debido, necesariamente, producir en
él; y no según aquello que el profesor percibe en sí mismo o cree percibir, y
que, falsamente, presupone en sus oyentes. En una palabra: no debe enseñar
pensamientos, sino enseñar a pensar. Al alumno no hay que transportarle sino
dirigirle, si es que tenemos la intención de que en el futuro sea capaz de caminar por sí mismo.”
Sobre
el texto, Lledó nos comenta:
La
idea de que el saber humano se forja en el lento proceso de maduración es, por
supuesto, algo que brota ya en la cultura griega al descubrir la
adecuación entre el proceso
cultural y el desarrollo natural. Un
proceso en el que no cabe precipitación alguna y en el que se debe ser
respetuoso con la sencillez y, al mismo tiempo, fuerza de esa naturaleza que
hay que educar. En el cultivo y aliento de este proceso debe cuidarse la mente
del joven como un espejo de
posibilidades y no como el receptor de
un bloque de “realidades”, que tiene que incorporar de manera refleja e
insustancial.
·
Es tal el poder de los medios digitales que han llegado a
dominar el territorio de la información y la comunicación de mensajes.
Es
evidente que ese imperio digital, en sus
amenazantes abusos, es una enfermedad para la racionalidad y el saludable
desarrollo de la inteligencia, y para la
libertad no tanto de expresión, como tan machaconamente se habla en
nuestros días, sino para una más importante libertad previa, para la libertad
de pensar, de sentir, de experimentar, de desear, de amar.
A
medida que nuestra mente se robotiza, nadie, y menos el gobernante, tiene que
justificar actos, exponer razones: le basta con dar órdenes, que serán asumidas
y cumplidas como el que acata las reglas que hacen funcionar tales ingenios.
Sin
embargo, nada más lejos de mi intención que despreciar lo que, indudablemente
constituye una de las aportaciones esenciales de la cultura contemporánea: la
tecnología; pero sí es importante no olvidar el contexto adecuado para que esa
tecnología no contribuya a desintegrar la mismidad, y la humanidad. Repito que
no se trata de menospreciar el portento de esas miles de pantallitas que nos
dicen, sorprendente y rápidamente, una serie de cosas útiles para la vida, sino
de llamar la atención de una posible
información para la nada, de “ una inmensa memoria del olvido”. El ser se
“realiza”, decía el filósofo, haciendo crecer en nosotros la “semilla inmortal”
de la palabra con fundamento, del conocer que viene de fuera, pero que se “hace”
desde dentro.
·
El permitir que el poder económico
pueda determinar la calidad de la enseñanza o, lo que es más sarcástico, que el
Estado subvencione con dinero público ciertos intereses ideológicos de una
buena parte de colegios más o menos elitistas, parece, en principio, no sólo
una aberración pedagógica sino una clamorosa injusticia.
Los
planteamientos para estas posibles soluciones han de partir de principios
elementales y cuya novedad no consiste sino en esa buena voluntad, libre y
liberadora, que alejase a la educación de ciertas redes confesionales, por no
decir fundamentalistas, que ahogan y aniquilan el desarrollo creativo del ser
humano.
La
necesidad de abordar con cierta urgencia estas cuestiones se debe, sobre todo,
a que, en nuestros días, se pretende estar llevando a cabo algunas de estas
modernas reformas, apoyándose en unas terminologías absolutamente pedantescas y
vacías, tras las que se esfuma, se disimula y se maltrata cualquier empeño
pedagógico verdadero.
Precioso
el siguiente párrafo donde con tanta sencillez y tan bellamente refleja la
genuina esencia:
El
principio esencial del sueño igualitario es la educación. Su más equitativo y
generoso instrumento: la educación pública, con la pedagogía de la justicia y
la solidaridad. El mal más terrible que puede instalarse en la consciencia
democrática es, por el contrario, el cultivo solapado e hipócrita de la
diferencia, de la desigualdad.
Desde
aquí animaros a su lectura, pues es un tesoro, es como un espejo en el que
mirarse, comunicando con cuántas resonancias florecen en ese proceso de su
lectura, para darnos cuenta de que otra escuela es posible y despertar del
estado de anestesia en el que estamos y, del
que es, creo, urgente salir, si queremos contribuir a la construcción de una sociedad
más saludable, justa y solidaria. En REDES nos sentimos privilegiados y
orgullosos de contar con intelectuales de su “talla” y prestigio. ¡Gracias
maestro ¡
Toda
verdadera liberación, todo gozo de vivir y de sentir, empieza en nuestra mente.
Y esa mente, parte ideal de nuestro cuerpo en la prodigiosa red de neuronas,
requiere también alimentación y sustento. Las palabras son la sustancia de las
que la inteligencia se nutre. Y esas palabras vienen engarzadas en la original
sintaxis de la literatura.
La
lectura, los libros, son el más asombroso principio de libertad y fraternidad.
Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el silencio de la escritura
cuyas líneas nos hablan, suena otra voz distinta y renovadora.
SALUD PALLARÉS, MAESTRA.
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